“...habrán de sufrir varias muertes a lo largo de la vida, porque solamente habiendo pasado por ello podrán proclamar y defender todo lo perecedero”.
Hoy que se cae el cielo a pedazos negros, es un buen momento para matar la tristeza antes que ésta te mate a ti. Después de eso puedes correr a enterrarte, esconderte, hundirte en ese cuarto lleno de ausencias y tratar de hacer que las paredes te hablen antes que te vuelvan loco los gritos que en tu cabeza escuchas, porque la vida se empeña en ser una perra infeliz.
Porque es difícil tener el agua cerca, estar sediento y no poder beberla.
Porque es difícil ser un sapo con sueños de príncipe.
Porque es bizarro vivir como salmón ---rumbo a un destino fatal--- cuando es más fácil nadar de muertito...
Porque es difícil pretender volar al sol cuando apenas llegas a papalote.
Porque es difícil aguantar las ganas y no tocar los sueños ni con el pensamiento.
Porque es difícil hacerte el fuerte cuando por dentro no llegas ni a cerco.
Porque cuando más harto estás de todo siempre hay una razón para seguir.
Por eso ahora que me siento como cucaracha sin agujero, rata sin cola, monstruo sin gracia, gusano desorientado, topo con anteojos, Juana sin arco, gay sin serlo, dama en apuros, idiota brillante, anciano sin viagra, cura sin niños, católico jarioso, amante penoso, cocodrilo molacho, león cornudo, elefante sin memoria, árbol con respuestas tristes, expuesto y sin esperanza, resiento como nunca mi candidez por desear contar cuántas nubes tiene el cielo, cuántas estrellas llegan de noche, si dientes tiene la felicidad (¿cuántos?); si voy o vengo, si bajo o subo.
Porque luego descubro a un perro sonriendo, en el aire una balada 23 (“cómo te quiero, Chayo”), en sus ojos una promesa, en una mano un terso durazno, en la otra un lápiz sobre hoja blanca, en la boca un dulce pezón, en su nombre el deseo que se llama tú, en los ojos a Fellini, en la oreja derecha a Jaramillo, en la izquierda a Cohen, por la nariz el pan del amanecer, a Dalí enfrente, a Vargas Llosa bajo el brazo, retumbando en la cajuela a Verdi, en los pies agua fresca, en mi libido la cosquilla de primavera todo el año, en la conciencia mis mosqueteros, al amigo Lupe y nuestros puros y apuros, a Víctor pintor y nuestros tours con fotos, a Víctor director y nuestra particular odisea, la palabra azul, blue and blues, conjunción, nosotros (“¡Cómo duele, Chayito!”), yo.
Hoy es un buen día, entonces, para decir adiós a la tristeza, sólo resuelve por qué. Mientras tanto, si nada mejor sucede, iré a refrendar los pedazos regados de mi corazón, porque siempre es mejor dar que recibir.
Ilustración: Ruy Alfonso Franco